jueves, 25 de noviembre de 2010


TESTIMONIO

Como una muñeca de trapo,
así me sentía
con los ojos
permanentemente abiertos a la muerte.
Era mi cuerpo campo de dolor
herida abierta
la otra herida, la que no se ve
habitaba las simas de la conciencia.
Destruiste, implacable, el templo que te brindé
malversando la promesa.
Y bajo cenizas de llanto
se apagó la lumbre del amar
sepultada entre mezquinas palabras de odio,
ultraje y violencia.
Desposada por el miedo
pagué con sangre la querencia
tú… pretendías robarme la identidad
y estrujabas mi vida
como se un arruga un papel
para arrojarlo a la papelera.
Hoy desde esta tribuna de libertad
Quiero decirte
Que no has podido conmigo,
mi condición de mujer,
es sinónimo de fortaleza
y seguiré engendrando ilusión
emancipada de tu infausta presencia.