Mas allá de las nubes
jueves, 25 de noviembre de 2010
TESTIMONIO
Como una muñeca de trapo,
así me sentía
con los ojos
permanentemente abiertos a la muerte.
Era mi cuerpo campo de dolor
herida abierta
la otra herida, la que no se ve
habitaba las simas de la conciencia.
Destruiste, implacable, el templo que te brindé
malversando la promesa.
Y bajo cenizas de llanto
se apagó la lumbre del amar
sepultada entre mezquinas palabras de odio,
ultraje y violencia.
Desposada por el miedo
pagué con sangre la querencia
tú… pretendías robarme la identidad
y estrujabas mi vida
como se un arruga un papel
para arrojarlo a la papelera.
Hoy desde esta tribuna de libertad
Quiero decirte
Que no has podido conmigo,
mi condición de mujer,
es sinónimo de fortaleza
y seguiré engendrando ilusión
emancipada de tu infausta presencia.
viernes, 24 de septiembre de 2010
SILENCIO
Un día mas...
En el murmullo ininteligible
mil formas deambulan
buscando el punto censor
que acaricia el duermevela,
sin embargo, él me posee,
compañero sin voz
respuesta fiel a mis tormentas
complice incondicional de busquedas a ciegas.
En su yerma consistencia
encuentro respuesta a los abandonos,
solo él conoce mi debilidad
y me espera bajo una miríada de letras.
Juntos emprendemos el viaje
buscando en los pasillos, nuevas fuerzas,
apoyo mi desanimo en su cuerpo
y me deja llorar
cubriendo de mudez, lamentos y quimeras
viernes, 25 de junio de 2010
HORIZONTES
Hoy Regresaba
de uno de esos viajes
por el jardín olvidado,
con la fragancia de los jacintos
escrita en la piel,
me digiste, como siempre,
que he de andar cara al viento,
para no despeinar el presente,
yo, también como siempre,
desanduve el laberinto
permitiendo que los pétalos marchitos
se deslizasen hasta mi diario,
y compartimos
el amable silencio,
que nos guarda desde antiguo,
contemplando a través de la ventana
horizontes disidentes.
de uno de esos viajes
por el jardín olvidado,
con la fragancia de los jacintos
escrita en la piel,
me digiste, como siempre,
que he de andar cara al viento,
para no despeinar el presente,
yo, también como siempre,
desanduve el laberinto
permitiendo que los pétalos marchitos
se deslizasen hasta mi diario,
y compartimos
el amable silencio,
que nos guarda desde antiguo,
contemplando a través de la ventana
horizontes disidentes.
viernes, 11 de junio de 2010
MI BARRIO
Mi barrio exhibe un aire engreído, que ha ido adquiriendo gracias a venias poco ortodoxas recolectadas con tesón, a los postres de comilonas con cargo a los contribuyentes. Aquí, quien mas, quien menos, come jabugo tornadizo, gambas de Huelva con pasaporte falsificado, angulas de ojitos maquillados, y langostinos de rayas carcelarias; hablan de la crisis como de una prima lejana, y miran con aprensión el crédito de la tarjeta, temiendo que en cualquier momento, la prima, acompañada de la benemérita, decida instalarse en casa.
Cuando llegamos al distrito, traíamos el cinto bien apretado, más letras que el abecedario chino y una ilusoria hermandad, bien cimentada en las lentejas y garbanzos que aromatizaban la escalera.
Carolina Herrera, era el nombre de la cuñada pindonga de mi hermana, los cocodrilos se veían en los documentales de la tele y por Audi atendía el perro rabón de la vecina del cuarto.
En el ascensor, los entonces tiernos infantes, eran referencia obligada, amén de alguna receta de callos a la riojana o el inefable intercambio de trucos para limpiar manchas sediciosas.
Éramos jóvenes entusiastas, entregados a la tarea de vivir, por aquella época nadie había vendido aún el alma a precio de saldo bancario, y es que todavía cantábamos convencidos “libertad sin ira” pensando que lo mejor, estaba por llegar.
¡Y vaya si estaba por llegar!, en pocos años el garaje de la finca, se ha convertido en una exposición de coches importados, las mujeres de mis vecinos, en esculturales modelos con domingas de plástico y labios como morcillas,
Las charlas culinarias del ascensor son, soliloquios petulantes y los solidarios garbanzos han sido reemplazos por delicateses con denominación de origen.
Ingentes rebaños de aligatores, adornaban las ahora infladas pecheras de los ilustres y Carolina, la pindonga, comparte hasta el inodoro con los meritorios parleros.
Por arte de birli birloque, los chalet de lujo, brotan como champiñones por doquier, engordando el patrimonio de mis vecinos.
Lo cierto es que poseen una habilidad innata para el transformismo, cambian hoces por rosas que al poco sustituyen por gaviotas añil que sobrevuelan, majestuosas, las finanzas de los escogidos, para sucumbir, según exigencias del guión, a manos del puño florido, sin que el trasigo les cause el mas mínimo contratiempo.
Mientras, yo, con los principios intactos y la conciencia mas limpia que unos calzoncillos lavados con Ariel, echo el bofe vendiendo aceitunas de seis en seis y chocolatinas de oferta, así y todo, me las veo y deseo para hacer llegar la camisa al final de la espalda, e invento números de funámbulo para seguir financiando mi puesto de trabajo y sacar adelante con dignidad proletaria a la familia.
Ahora, dicen mis vecinos, desde la ventana cómplice que tendré que currar hasta los setenta años, que quizás no haya fondos para la retribución que me corresponde, que hay que ahorrar.
Y miro el tono violáceo de mis piernas, y escucho la melodía de mis castigados huesos
y me pregunto, si mereció la pena.
Cuando llegamos al distrito, traíamos el cinto bien apretado, más letras que el abecedario chino y una ilusoria hermandad, bien cimentada en las lentejas y garbanzos que aromatizaban la escalera.
Carolina Herrera, era el nombre de la cuñada pindonga de mi hermana, los cocodrilos se veían en los documentales de la tele y por Audi atendía el perro rabón de la vecina del cuarto.
En el ascensor, los entonces tiernos infantes, eran referencia obligada, amén de alguna receta de callos a la riojana o el inefable intercambio de trucos para limpiar manchas sediciosas.
Éramos jóvenes entusiastas, entregados a la tarea de vivir, por aquella época nadie había vendido aún el alma a precio de saldo bancario, y es que todavía cantábamos convencidos “libertad sin ira” pensando que lo mejor, estaba por llegar.
¡Y vaya si estaba por llegar!, en pocos años el garaje de la finca, se ha convertido en una exposición de coches importados, las mujeres de mis vecinos, en esculturales modelos con domingas de plástico y labios como morcillas,
Las charlas culinarias del ascensor son, soliloquios petulantes y los solidarios garbanzos han sido reemplazos por delicateses con denominación de origen.
Ingentes rebaños de aligatores, adornaban las ahora infladas pecheras de los ilustres y Carolina, la pindonga, comparte hasta el inodoro con los meritorios parleros.
Por arte de birli birloque, los chalet de lujo, brotan como champiñones por doquier, engordando el patrimonio de mis vecinos.
Lo cierto es que poseen una habilidad innata para el transformismo, cambian hoces por rosas que al poco sustituyen por gaviotas añil que sobrevuelan, majestuosas, las finanzas de los escogidos, para sucumbir, según exigencias del guión, a manos del puño florido, sin que el trasigo les cause el mas mínimo contratiempo.
Mientras, yo, con los principios intactos y la conciencia mas limpia que unos calzoncillos lavados con Ariel, echo el bofe vendiendo aceitunas de seis en seis y chocolatinas de oferta, así y todo, me las veo y deseo para hacer llegar la camisa al final de la espalda, e invento números de funámbulo para seguir financiando mi puesto de trabajo y sacar adelante con dignidad proletaria a la familia.
Ahora, dicen mis vecinos, desde la ventana cómplice que tendré que currar hasta los setenta años, que quizás no haya fondos para la retribución que me corresponde, que hay que ahorrar.
Y miro el tono violáceo de mis piernas, y escucho la melodía de mis castigados huesos
y me pregunto, si mereció la pena.
lunes, 10 de mayo de 2010
Después de las emociones vividas el pasado día seis, con la resaca de tantas felicitaciones, merecidas o no, aún fresca en la memoria, vuelvo al taller de sueños.
Ante todo, quiero dar las gracias a tres AMIGOS, que se acercaron desde Madrid para acompañarnos en la presentación del libro, verlos allí fue una agradable sorpresa, su presencia hizo que me sintiese mas segura y arropada por su afecto.
Gracias Jesús,
Gracias Carmen.
Gracias Nunci.
El día después
El día después
dejaré colgadas las voces
en el tendal de los sueños,
en el tendal de los sueños,
emigraran las golondrinas de la solana
y regresaré sedienta,
sin mirar atrás,
buscaré en los bolsillos,
aplausos y pláceme
para guardarlos en el cajón desastre,
cubiertos de pétalos marchitos,
confinare también la vanidad
que baila insumisa en la memoria
amenazando desbordar la lucidez.
El día después
volveré, proletaria de las letras
a tejer ilusiones, en el telar de un verso
martes, 27 de abril de 2010
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